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27 de noviembre de 2014
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¿Qué son los COV?

La naturaleza de los peligros de los gases que plantean algunos entornos de trabajo puede ser compleja y no se puede obtener una protección completa con una única solución. Esta semana, nuestro bloguero invitado, Richard, analiza los COV: cómo suponen un peligro y qué podemos hacer para protegernos de ellos.

Los compuestos orgánicos volátiles (COV) suelen ser líquidos que desprenden fácilmente vapores a temperatura ambiente, como los disolventes y los combustibles. En altas concentraciones, estos vapores pueden explotar. En niveles extremadamente bajos, pueden ser tóxicos. Aunque el impacto de la exposición a veces puede sentirse inmediatamente, los síntomas pueden no manifestarse hasta meses, si no años, después. La enfermedad crónica puede ser el resultado de una exposición repetida y prolongada a niveles bajos. La mayor concienciación sobre la toxicidad crónica de los COV ha conducido a la reducción de los límites de exposición profesional (OEL) y al aumento de los requisitos de medición directa.

La forma más peligrosa de exposición a los COV es la inhalación de vapores. La mejor manera de protegerse de esta situación es el uso de un monitor personal de gases, correctamente colocado, es decir, lo más cerca posible de la zona de respiración. De este modo, está expuesto a los mismos niveles de gas tóxico que su portador, por lo que puede alertarle de forma fiable del peligro presente.

En un entorno de trabajo puede haber diferentes gases tóxicos y explosivos. Un enfoque común cuando se utilizan instrumentos personales es utilizar un instrumento multisensor capaz de monitorizar simultáneamente diferentes peligros atmosféricos. La información de los diferentes sensores ayuda a interpretar lo que podría ser una compleja mezcla de gases.

Es fundamental que un monitor personal de gases esté configurado correctamente para el entorno en el que se va a utilizar. Existen sensores específicos para la detección de algunos gases tóxicos. Deben utilizarse cuando la exposición a ese gas específico sea una posibilidad realista. Buenos ejemplos son el dióxido de carbono en la industria de las bebidas gaseosas; el monóxido de carbono en la industria del acero; y en el tratamiento del agua, el ozono y el cloro. Existen sensores para cada uno de estos gases, normalmente basados en tecnología electroquímica. Sin embargo, no existen sensores tan específicos para muchos de los gases COV. En este caso, hay que recurrir a otra tecnología.

Detección por fotoionización
La tecnología de detección por fotoionización se considera generalmente la tecnología de elección para controlar la exposición a niveles tóxicos de COV. Los sensores incluyen una lámpara como fuente de luz ultravioleta (UV) de alta energía. La lámpara contiene un gas noble, normalmente criptón, y electrodos. La energía de la luz UV excita las moléculas de COV con carga neutra, eliminando así un electrón.

La cantidad de energía necesaria para eliminar un electrón de una molécula de COV se denomina potencial de ionización (PI). Cuanto mayor sea la molécula, o cuantos más enlaces dobles o triples contenga la molécula, menor será el PI. Por lo tanto, en general, cuanto más grande es la molécula, más fácil es detectarla. Además, esta tecnología no requiere el uso de un sinterizado, que podría impedir que el gas llegue al sensor. Tampoco es susceptible de ser envenenada por las sustancias químicas de los productos de limpieza, ni por la silicona.

El PID es muy sensible y responderá a muchos COV diferentes. La magnitud de la respuesta es directamente proporcional a la concentración del gas. Sin embargo, 50 ppm de un gas darán una lectura diferente a 50 ppm de un gas diferente. Para hacer frente a esto, los detectores suelen calibrarse con isobutileno y luego se emplea un factor de corrección para obtener lecturas precisas para un gas objetivo. Cada gas tiene un factor de corrección diferente. Por lo tanto, hay que conocer el gas para poder aplicar el factor de corrección correcto.

Por consiguiente, los sensores de pellistores y los detectores de fotoionización pueden considerarse tecnologías complementarias para muchas aplicaciones. Los pellistores son excelentes para controlar el metano, el propano y otros gases combustibles comunes a niveles %LEL. Por otro lado, el PID detecta grandes moléculas de COV e hidrocarburos que pueden ser prácticamente indetectables por los sensores de pellistores, ciertamente en el rango de partes por millón necesario para alertar de niveles tóxicos. Por tanto, el mejor enfoque en muchos entornos es un instrumento multisensor equipado con ambas tecnologías.

 

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