Algunas cosas son iguales en todo el mundo. Un caso trágico es el de los tres incidentes que aparecieron esta semana en nuestras noticias sobre personas que murieron por exposición a gases tóxicos tras entrar en los sistemas de alcantarillado.
Las circunstancias de los tres casos son bastante diferentes. El primer caso, cronológicamente hablando, ocurrió en Portmarnock, República de Irlanda. Dos hermanos, con algunos años de experiencia en el trabajo con sistemas de desagüe, estaban realizando lo que presumiblemente consideraban una reparación rutinaria de un desagüe. Uno de los hermanos entró en el desagüe y se desplomó. El segundo hermano intentó rescatarlo, pero también sucumbió.
En el segundo accidente también participaron hermanos, esta vez en Amritsar, estado de Punjab (India). Eran transeúntes de un incidente en el que un trabajador del alcantarillado, vencido por el gas, pidió ayuda. Heroicamente, los hermanos acudieron en su ayuda y sucumbieron a los gases. Los tres fueron rescatados, pero ambos hermanos murieron más tarde, aunque el trabajador del alcantarillado se recuperó.
El último de nuestro espantoso trío de accidentes ocurrió en el condado de Hancock, en Ohio, Estados Unidos. Un fontanero se metió en una fosa séptica para realizar unos trabajos, se desplomó y murió antes de poder ser rescatado.
Las tres tragedias se debieron a que los trabajadores entraron en un sistema de alcantarillado sin tomar precauciones para entrar en espacios confinados. Los gases tóxicos en estos entornos son una amenaza bien conocida. Para los profesionales del sector, estos procedimientos deberían estar tan arraigados como un acto reflejo. Sin embargo, en muchos casos el mensaje no llega. Esto nos lleva a preguntarnos qué se necesita para evitar estos terribles accidentes en el futuro.
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