El proceso de refrigeración utiliza fluidos de trabajo (refrigerantes) para reducir mecánicamente la temperatura de un espacio, proceso o producto. Se utiliza una variedad de bombas de calor y uno de los siguientes refrigerantes: metano, clorodifluorometano, dióxido de carbono, propano, butano, amoníaco y agua o vapor. A través de este proceso se consigue una refrigeración artificial.
Cada refrigerante tiene un número R y una cifra de potencial de calentamiento global que ilustra el daño que causa a niveles específicos.
Los CFC o clorofluorocarbonos solían ser uno de los gases refrigerantes más eficaces hasta que se prohibieron debido a su impacto perjudicial sobre la capa de ozono. Los HCFC, HFC y PFC han sustituido a los CFC y, aunque no agotan la capa de ozono, tienen un potencial de calentamiento global hasta mil veces superior al del CO2.
En consecuencia, es necesario vigilarlos de cerca cuando se utilizan en el proceso de refrigeración, no sólo por su impacto medioambiental, sino también por sus efectos nocivos para el ser humano en caso de ingestión.
Los peligros de la utilización de refrigerantes en procesos como la refrigeración y el aire acondicionado son muy variados, incluyendo la toxicidad, la inflamabilidad, la asfixia y los peligros físicos.
Los gases refrigerantes no sólo son perjudiciales para la capa de ozono, sino también para las personas que los manipulan, por lo que es necesario manipularlos adecuadamente para evitar cualquier daño. Cuando son ingeridos por los seres humanos, los peligros que plantean los refrigerantes pueden ser mortales, mientras que los síntomas de intoxicación por refrigerantes, que van de leves a graves, incluyen dolor de cabeza, irritación ORL, mareos, vómitos, quemaduras químicas en la piel, náuseas, vómitos de sangre, dificultades para respirar, pérdida de conciencia, convulsiones y mucho más.
Controlar la cantidad de refrigerantes utilizados y limitar la cantidad de refrigerante inflamable que se inyecta en las unidades de refrigeración o de aire acondicionado, dentro de un área confinada, canalizada en un edificio o en un espacio cerrado, es una forma de garantizar que no supongan más riesgos. Garantizar que la concentración de RFG no supere el 20% de su límite inferior de inflamabilidad hará que el uso de estas sustancias sea más seguro para todos los implicados y disminuirá el riesgo de explosiones.
Dentro de la normativa europea F, los refrigerantes se clasifican por su equivalencia en CO2. La legislación obliga a utilizar la monitorización de detección de gases para refrigeración u otros métodos de detección de fugas, con el fin de detectar rápidamente las fugas en los sistemas de refrigeración.
La normativa sobre gases fluorados, que se reeditó en 2015, restringe ahora el uso de los HFC por su capacidad de calentamiento global si se liberan.
De acuerdo con la legislación vigente sobre COSHH, los operadores de las instalaciones en el Reino Unido son responsables de garantizar que los equipos funcionen de forma segura y que no haya fugas. Los operadores están obligados a mantener los sistemas y a garantizar su seguridad permanente mediante la aplicación de un control suficiente, que cumpla con todas las normativas laborales y de seguridad.